Días Perdidos (4 de 4)
Historia: Zirijo.
Historia: Zirijo.
I
-Señor, tenemos una cuadrilla completa retenida en la
cordillera – reportaba un funcionario de las fuerzas especiales de policía –
los perdimos cuando incursionábamos por la zona.
-¿Y quién les dio esa orden? ¡Estamos hasta el cuello de
llamados de desórdenes civiles. El presidente está a punto de establecer la ley
marcial, y ustedes se dan el lujo de meterse con esos malditos indios!
-Fue una orden superior señor. El Sub oficial mayor de zona,
nos envió… señor – respondió el Cabo.
-Bien… toma a las tropas que tengas… recuperen a los
rehenes, y regresen… no podemos darnos el lujo de perder más hombres, con esta
guerra acercándose… los norteamericanos amenazan con atacar Eria.
-Sí señor.
II
El templo estaba levantado hasta la mitad. Dos días habían
pasado desde que los policías estaban de rehenes, y Justin había estado
trabajando muy rápido cortando rocas. Había pasado toda la noche sobre lo que
estaba pasando, pero no podía conseguir entender por qué le seguía la corriente
a Escorpión. De todos modos, muchas de las cosas que había estado aprendiendo
eras aspectos de su poder que él, ni su hermano, nunca habían pensado. No
depender del fuego, dirigirlo, controlarlo, su efecto psicológico en el
enemigo… la guerra detrás del fuego. Lo que estaba haciendo era ser un nuevo
Justin.
-Roca sólida… el templo es el reflejo de nuestros espíritus
– dijo el Maestro Escorpión, asombrado por su obra – Nuestro templo ahora es de
piedra. Sólida y eterna.
-Señor, los centinelas han visto a más tropas de extranjeros
acercándose – informó uno de los aldeanos al Maestro.
-Vienen por tus prisioneros – lo culpó Justin.
-Preparen todo… nos defenderemos hasta la muerte.
El pueblo completo se prepara para una emboscada. Las
fuerzas policiales están peligrosamente cerca del pueblo. El Escorpión se
siente amenazado, prepara su agujón y tenazas para atacar.
El difícil acceso hace que las tropas viajen a pie. Cada uno
de los miembros de la tropa de policías de fuerzas especiales, llevaban rifles
de asalto, comunicadores individuales, y un tremendo arsenal defensivo.
Avanzaban silenciosos, desde la base de avanzada, ubicada a un costado del Río
Grande.
A pesar de todo esto, son los Escorpiones los que atacan
primero. Armados con lo que pudieron conseguir en sus casas y moradas,
liderados por el Maestro del templo, Escorpión.
A pesar de su pesado cuerpo, era silente y rápido. Su
entrenamiento personal era doblemente riguroso, ya que el calor del desierto lo
transformaba en una masa caliente y sofocante de concreto sólido.
Las fuerzas especiales de policía dispararon en contra de
sus atacantes, balas reales. Una masacre en un instante. Escorpión se adelante
y derriba a varios, pero no es suficiente, la matanza continua.
-¿Qué?… este no es el procedimiento correcto – susurró
Justins, sorprendido por la aterradora y violenta respuesta de los policías,
recordando lo que podía de su hermano George – no… no permitiré esto.
El joven Hombre de Fuego se encendió en viscerales llamas, y
se asomó desde lo alto del monte que albergaba la emboscada preparada por los
aldeanos. En la cima del monte prominentes flamas salen desde el cuerpo de
Justin, que las forma como gigantescas e imponentes alas de fuego.
Vuela desde lo alto, y combate por esta gente… su gente,
desde hace varios meses.
III
Cualquiera que viera una gigantesca bola de fuego,
acercándose directamente a una tremenda velocidad, mostraría la mueca de terror
y espanto, que pusieron esas policías. El calor era tan fuerte, que las balas
no alcanzaban a impactar en Justin, sino que se desviaban, imparable, y los
ojos de aquellos hombres estaban conquistados por el miedo.
Al derribarlos, Justin se detiene y observa. Estaba rodeado.
Desde sus manos concentra tanto calor, que de ahí mismo se produjeron llamas
más grandes, las cuales usó para embestirlos a todos.
La cola de Escorpión era pesada y densa. La obtuvo como
resultado de una severa ceremonia de iniciación para transformarse en un
Guerrero Escorpión. Avanzando junto a Justin, Escorpión la despliega para
golpear y desestabilizar a los invasores, que seguían disparando al
desenfrenado Maestro. Las balas tenían ninguna posibilidad de atravesar el duro
y sólido recubrimiento al que había sido expuesto no hace mucho. Era un nuevo
Escorpión también.
-Ya.. ya lo entendí – dijo Justin muy fuerte durante el
combate, iluminado por una epifanía – cuando veníamos hacia acá… me despedí de
todo lo que me ataba a la vida de George… los Hombres de Agua, Burbujas, La
extraña Firice… todo eso era el mundo de mi hermano... no mío… fue una despedida.
Escorpión lo escuchó sin desconcentrarse, y lo aprobó.
-Entonces Vive por tu propia cuenta Hombre de Fuego… toma
todo lo que te han entregado y ¡úsalo!
Justin se tornó fuego puro, y desplegó una luminiscencia
destellante. Las flamas dominaban su cuerpo, desplegando una bola de fuego de
todo su ser. Arrazó con todo lo que lo rodeaba. Con fuerza empujó a los
policías, los nubló con el calor abrazante, y los hizo retroceder por la
potencia del fuego. Nunca antes había sentido el fuego tan propio, nunca antes
había usado el fuego así.
Las tropas atacaron entonces con más fuerza. Un grupo había
avanzado en secreto hacia el otro lado del monte, y comenzó a disparar por la
retaguardia. Escorpión los escuchó, y dejó a Justin solo en el frente.
El imponente Hombre de Fuego estaba flotando a pocos
centímetros del suelo, ennegreciendo las rocas, y alejándolas por la fuerza de
las llamas.
Algunos siguieron disparando, pero algo llamó la atención de
Justin, mientras avanzaba. Un comunicador encendido, dejado atrás por uno de
los policías que escapó de las llamas. La comunicación estaba abierta, y se oía
fuerte y claro.
-¡Tropas, retrocedan! Tenemos un brote de Evola Vastitas en
el Hospital de SpeedWay City… no hay abasto en Angalileo… necesitamos a todas
las tropas.
Justin se sorprendió. Tomó el comunicador y se alejó, sin
quemar el aparato, elevándose a los cielos.
-Pero… Señor – tratando de hacerse pasar por uno de los
miembros de las fuerzas especiales - ¿No es posible llamar a Defensores Unidos?
-Imposible, necesitamos a todas las tropas – respondió –
Defensores Unidos no están operativos… se encuentran ocupados con la guerra de
los Norteamericanos en todo el mundo…
-¿Guerra? – se preguntó Justin, dejando caer el transmisor,
muy preocupado. Sus amigos estaban enfrentando una situación muy peligrosa, y
él sin poder ofrecer su ayuda…
Justin miró hacia abajo, y vió como las fuerzas especiales
avanzaban hacia el pueblo de los Escorpiones… no pudo hacer nada… Defensores
Unidos lo necesitaba.
IV
Su vuelo era furtivo. Justin había estado demasiado tiempo
fuera como para ver venir esta situación. El Desierto quedaba rápidamente
detrás de él, y SpeedWay City estaba en frente. Pasó como una fuerte ráfaga por
sobre sus cabezas, y sobre los edificios, su objetivo era Angalileo y el salón
de Defensores Unidos.
Una vez allá, vio una gran cantidad de héroes reunidos en
las afueras del salón. Durante su vuelo sobre la ciudad, vio los disturbios, el
desorden y el abandono de las calles. Nada estaba funcionando, estaban todos
escondidos y temerosos ante la amenaza de guerra.
Alcanzó a escuchar la pregunta de su amigo Blackbird:
“¿Alguno quiere unirse a Quick y a mí, en esta campaña?”
-¡Yo iré contigo! – dijo Justin, en vuelo y envuelto en
llamas aún.
-¿George? – preguntó Electricman, escuchando un gran
parecido con la voz del héroe caído en batalla.
-¡No… es Justin! – exclamó Quick, sorprendido, y felíz por
unos instantes.
-Blackbird, cuenta conmigo – dijo luego, haciendo que sus
flamas desaparecieran, mostrando su amable rostro, pero con una mirada
diferente.
-¿Qué te pasó? ¿Por qué te fuiste? – preguntó Adam al
abrazar a su amigo.
-Luego hablamos de eso… ¿Alguien más acepta el llamado de
Blackbird? – preguntó Justin Smith, El Hombre de Fuego.
A pesar de las intenciones de Justin, nadie más alzó la voz.
-Entonces seremos nosotros tres – dijo Blackbird.
-Suerte chicos – dijo el Amo de los Espejos – la van a
necesitar.
V
-Hoy celebramos la muerte de muchos de nuestros hermanos,
padres, esposos. Pero hemos defendido nuestro pueblo, nuestras tradiciones, de
esos foráneos… Les hemos devuelto a nuestros rehenes, y nos aseguraremos que no
vuelvan a molestarnos, ya que los hemos repelido por mucho tiempo más… -
dirigía El Maestro Escorpión una orativa hacia los aldeanos del Pueblo de los
Escorpiones, en el nuevo templo, completamente terminado.
Cuando la ceremonia había terminado, uno de los aldeanos, se
acercó hacia el Maestro.
-Señor, ha despertado… el muchacho quiere hablar con usted.
Cuando el Maestro Escorpión entró al cuarto, encontró a
Radsil, mirándose en un espejo, contemplando su desfigurado rostro. Sin las
vendas, se alcanzaba a distinguir una palma muy marcada en su rostro, la mano
del Hombre de Fuego.
-Maestro, he tenido el sueño…
-Entonces estás listo para ser llamado “Guerrero Escorpión”
– respondió el Maestro. Miró severo a los ojos de Radisil, cuando este se movió
para mirarlo de frente. Su mirada estaba inflamada por el odio y el
resentimiento. Una mirada bendita por el Aguijón del Escorpión.
-He soñado con fuego. Con un brillante y poderoso FUEGO.
Fin…
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