sábado, noviembre 12, 2016

Fuego #8: Días perdidos.

Días Perdidos (1 de 4)
Historia: Zirijo.

“¿Te duele? No te preocupes… es Dios haciéndote de nuevo”
Anónimo.

I

El despertador suena una vez más en la casa de los Smith.
Los lunes Justin siempre tenía problemas con las sábanas, “no lo dejaban ir” decía con costumbre.
-¡Tú celular despertador ha sonado cinco veces! ¡DESPIERTA de una buena vez! – lo regañó Julie, su hermana, que pasaba cada cinco minutos hacia el espejo, que se encontraba en el baño.
-¿Te lavaste la cara por último? – preguntó resignado el mayor de los hermanos Smith, al verlo llegar arrastrando los pies a la mesa.
-¿Podemos simplemente cambiarnos de ciudad, o de barrio, para asistir a una escuela de tarde? – le preguntó Justin a George Smith mientras tomaba asiento, aún entre sueños.
-Tomate ese cereal… salimos todos en veinte minutos.
-¡Pero George… aún no estoy lista! – protestó Julie.
-¿No les falta nada? – preguntó George mientras los tres subían muy apretados al auto familiar. Un modesto modelo urbano, práctico, pero pequeño.
-No alcancé a terminar el desayuno… - dijo Justin.
-¡Hey! No esperes que, porque vuelvo antes que ustedes a casa, lave sus cosas!... se aprovechan de que soy mujer – reclamó Julie, teniendo en mente las muchas veces en que volvía a casa, y debía ordenar el desastre que dejaba Justin antes de salir.
-Pero Julie, no te cuesta nada… es solo un plato – respondió Justin, sin entender el reclamo de su hermana.
-No se trata de eso… - alcanzó a decir George, cuando fue interrumpido por la señal de radio, habiendo avanzado un largo trecho en el vehículo.
“Persecución en progreso” “Peligros homicida huyendo de la escena del crimen” “se dirige al sur, por la autopista principal” “llamen a todas las unidades” “Avisen a la Familia de Fuego”
Los tres se miraron con ojos de complicidad. George estacionó el automóvil y todos bajaron dejando sus cosas en él.
-Te salvaste de las clases de esta mañana Justin… pero no faltarás a las de la tarde – amenazó tiernamente George a su hermano más pequeño, con una sonrisa en el rostro.
-¡Para esto fue que me desperté en la mañana! – exclamó alegre Justin, alejándose de cualquier cosa que pudiera entrar en combustión.
Al notar que no muchas personas transitaban por el lugar, los tres hermanos se encendían en llamas espontáneamente, generando una onda de calor y brillo inusual. El trio de llameantes hermanos emprendió vuelo hacia donde los necesitaban.
Era todo diversión en el día de Justin Smith. Era un lunes cualquiera para la Familia de Fuego. Pero luego recordó que su hermano ya no estaba con ellos, y que su hermana había sido hecha “Elemental del Fuego” por la madre Gaia. Eran solo recuerdos de días mejores. Eran solo sueños, producidos por su mente, para escapar de una triste realidad.

II

El relinchar de un caballo despierta violentamente a Justin Smith de su dulce sueño. El heno, la paja y el fuerte olor a guano, le recordaron que dormía en un establo ahora, y que un sofocante calor lo obligaba a sudar toda la noche. El sol apenas estaba saliendo, cuando una voz familiar le habla.
-Niño fuego, es hora de empezar el entrenamiento
-Si Escorpión – reconociendo a quien le ordenaba levantarse.
-Maestro Escorpión ahora – corrigió el guerrero – soy maestro ahora – susurró.
La silueta de Escorpión no cambiaba mucho, de lo que alcanzaba recordar Justin entre sueños, pero cuando el joven terminó de despertar, vio que ahora Escorpión, era una mole de concreto en movimiento. Sus anchos brazos, su rígida expresión y una exuberantes togas lo hacían ver mucho más imponente que antes.
-Tengo problemas con eso… - le dijo el menor de los Smith – no me resulta cómodo.
-Tendrás que hacerlo… sino quieres ser expulsado a las montañas, y lapidado en el camino – respondió Escorpión ante la confesión del joven de fuego.
-Tendrás que cortarte el pelo – dijo el Maestro Escorpión a Justin mientras caminaban iluminados por los primeros rayos de luz del día.
-Noo… - respondió Justin a la petición con una expresión de desagrado.
-Tendrás que verte como los demás estudiantes.
Cuando Justin salió del granero, persiguiendo al Maestro, vio una fila ordenada de muchachos, todos menores que él, de pie en frente de un antigua edificación de madera. Ahí también estaba el Maestro Escorpión.
Todos vestían togas de un color blanco muy viejo, percudido y poco cuidado. Todos tenían sus cabezas rapadas, dejando solo una trenza nacida de la base de la nuca, con una punta de cola de escorpión forjada en acero.
Justin, con su pelo desordenado y vistiendo un jeans roto, zapatillas, una camisa a cuadros, y un traje especial que resistía los embates de sus transformaciones, de formó en la fila.
-Su maestro ha muerto – sentenció con fuerza y calma Escorpión ante sus nuevos discípulos – y al ser el último de los guerreros escorpión que logró formar, debo reemplazarlo.
Los estudiantes no bajan la mirada, mirándolo fijamente a los ojos. La noticia no los conmovió, como esperaría Justin, sino que los estudiantes lo miraban desafiante, acorde a sus enseñanzas. Justin notó que ninguno ponía atención a la contextura de Escorpión, producto de su enfrentamiento con “Burbujas”.
“Escorpión me dijo que se había encargado de él, pero… ¿Dónde estaba?” se preguntaba Justin, en silencio, mientras Escorpión continuaba hablando.
-El Maestro ha abrazado a Itprom, señor de la batalla, y lo ha integrado en su horda. Todos llegaremos a sus brazos, si es que continuamos en la senda de la disciplina, pero este ha sido su momento – dijo sentidamente a sus dirigidos.
Justin no entendió mucho de lo que dijo Escorpión, pero sí recordó que en esta tierra, en la isla de Eria, los indígenas aborígenes de la tribu de los Hachit adoraban a otros dioses, y asumió que Itprom era uno de ellos.
-Y ahora yo estaré a cargo – continuó – de enseñarles lo necesario para ser parte de la orden.
-¿Ahora cualquiera puede ser un guerrero Escorpión? – preguntó el mayor de los muchachos formados, con sarcasmo a su maestro, mirando a Justin.
-No cualquiera puede ser un Guerrero Escorpión Radsil – respondió violentamente el maestro, reafirmando su autoridad – incluso ustedes pueden no ser elegidos como Guerreros… ustedes están acá para pertenecer a la orden. Yo solo hice lo que Itprom, al recoger a su medio hermano Itmed, al ser vencidos por Itnok, el destino, en la guerra por la conciencia. Recogí a un hermano de guerra.

III

Delante estaba el templo. Era una vieja estructura de madera. Aunque las edificaciones en las que vivían los habitantes del pueblo de los escorpiones era mucho más sólidas y modernas, el templo continuaba siendo prácticamente siendo el mismo desde que habían llegado a estas tierras, como era el deseo de los antiguos maestros.
-Yo fui entrenado bajo la tutela del “maestro iluminado” – siguió explicando Escorpión luego de la interrupción – Él nos hacía la “prueba del alma”, para identificar qué tipo de entrenamiento debía llevar cada uno de sus estudiantes… Ustedes debían enfrentarse a mi, o a cualquiera que sea parte de nuestra comunidad, para probar sus habilidades, y probar su alma.
Justin se preocupó. Ya había enfrentado a Escorpión antes, pero no pudo vencerlo. Ni siquiera junto a su hermana pudo hacerlo… solo George podría… y ahora tendría que hacerlo solo, para “probar su alma” Recordó la primera regla del entrenamiento que le impuso, allá en las cenizas de lo que fue su hogar… “nada de llamas” pensó.
-Radsil, al ser el estudiante con más tiempo bajo la tutela del “Maestro Iluminado”, eres el primero en pasar por la prueba.
El maestro dio dos pasos al frente, y se ubicó dando la espalda al templo, esperando al joven aprendiz para iniciar la prueba.
-Maestro Escorpión – respondió Radsil, humilde ahora, por la fuerte respuesta de su maestro – escojo al nuevo estudiante que trajo, al foráneo, para probar mi alma.

IV

El joven hombre de fuego miró sorprendido a Radsil. Le devolvieron una mirada altiva, y desafiante. Ni una hora había pasado desde que el sol hizo su aparición por el este, y ya el calor era abrazador. Todos estaban empapados de sudor y los estudiantes estaban atónitos por la petición de Radsil.
El Maestro Escorpión regresó a donde estaba dando la plática, e indicó a Justin pasar al frente.
Ambos estudiantes se pusieron en posición, y Radsil adoptó la característica pose de combate de los Guerreros  Escorpiones: La rodilla doblada en la pierna de apoyo, ambos brazos hacia adelante y la pierna delantera estirada.
Justin, nervioso, puso sus puños en frente de su rostro, imitando la postura del boxeo, como lo hacía de niño para “defender” a sus compañeros, pero en realidad no tenía idea de lo que hacía.
Radsil estaba decidido. No había miedo en sus ojos, todo lo contrario, tenía un brillo especial, algo que hacía entender que quería probar de qué estaba hecho el extraño. Por qué el maestro lo había llevado con ellos, los elegidos, los destinados a portar el título de Guerrero Escorpión.
Justin se defendía como alcanzaba. Los golpes que Radsil lanzaba eran rápidos, certeros y limpios. Era un prodigio. Con sus puños apretados, Justin protegía su rostro, pero recibía todos los demás dirigidos al hígado, al estómago y a las piernas.
Cuando el Joven Smith alcanzó a Radsil en el rostro con un puñetazo, este se encolerizó, y atacó con más furia, sin control.
La mirada del maestro seguía atenta al enfrentamiento, mirando y midiendo sus almas.
Con el siguiente golpe que asestó Justin, este estaba agotadísimo. La lluvia de golpes a la que lo sometía el oriundo de estas tierras era agobiante.
Desesperado por la deshonra que significaba para Radsil recibir los golpes de este desconocido, el muchacho sacó una daga que escondía en uno de sus tobillos, tumbando a Justin y sometiéndolo, tratando de clavar el afilado acero en su rostro.
Justin lo miraba desde el suelo, y con ambas manos sostenía el arma con la que pretendían herirlo, en el mejor de los casos.
Escorpión seguía observando la situación. No había hecho ningún gesto cuando su pupilo había sacado la daga, y no hacía nada ahora, que Justin estaba en serio peligro.
La adrenalina terminó llenando las venas del joven miembro de “Defensores Unidos”, y la desesperación se apoderó de él. El fuego comenzó a nublar sus pensamientos, y las flamas poblaron su cuerpo.
El sorpresivo fuego asustó a Radsil, que al detener la presión, vio como la palma en llamas de Justin se apoyaba en su rostro, y lo empujaba a un costado, alejando la daga del guerrero en combustión.
Radsil rodó por el suelo, y Justin Smith se puso de pié, en su forma ígnea. Estuvo así un momento, y luego miró con odio a Escorpión.
-¡Tú me hiciste hacerlo! ¿¡Por qué no lo detuviste!? – gritó Justin abandonando el fuego, quedando vestido sólo con su traje resistente a sus transformaciones.
-Estaba viendo de qué estaban hechas sus almas – respondió calmado el Maestro.
Justin se acercó a Radsil, que seguía tumbado en el suelo, y revisó sus signos vitales. Estaba inconsciente, pero seguía con vida, a pesar de la horrible y profunda quemadura que le quedó en el rostro. Una mano ígnea, que marcaba su mejilla y ojo derecho.
El joven defensor lo levantó y lo llevó a algún lugar donde pudieran atenderlo. Por hoy, el entrenamiento se había acabado.

V

-¿Qué es lo que pasa Justin? – preguntó George Smith a su hermano menor, que estaba recostado con la mirada fija la techo, inusualmente tranquilo.
-Tienes que ir mañana a ver a la dirección de la escuela – respondió Justin, triste.
-¿Qué es lo que hiciste ahora? – le preguntó el mayor de los Smith, tomando asiento al borde de la cama, con tono comprensivo.
-Estaban golpeando a Ignacio en el patio, y me puse a defenderlo.
-¿Te descubrieron golpeando a un niño? – respondió sorprendido George.
-Era mayor… dos cursos mayor – dijo Justin – pero en realidad yo no quería hacerlo – susurró Justin, suspirando luego.
-¿Y por qué lo hiciste? – preguntó George.
-Lo hice porque tú lo hubieras hecho – respondió.
George quedó sorprendido. Era la primera vez que Justin le confesaba eso. Era extraño para él tener que enfrentar este tipo de situaciones, luego de que sus padres…
-Justin, si tu no tienes el deseo de hacer algo, no tienes por qué hacerlo – le dijo George.
-Pero es lo correcto – respondió Justin – tú lo haces todo el tiempo… tú eres policía.
-Je Je… soy detective, pero que yo haga algo, no significa que tú tengas que hacerlo… solo haz lo que a ti te nazca…. Lo único que quiero es que Julie y tú sean felices.
-Lo sé hermano…
-Bueno, mañana iré a tu escuela, pero luego tengo que ir a hacer unas compras al centro comercial… iremos con Julie también.
-¿Iremos al Chuck and Chess? – preguntó Justin entusiasmado.
-Puede ser… puede ser..
-Ok, ok será genial – dijo Justin.
-Sí, lo pasaremos muy bien..


Continuará…

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